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Límites


Desde que somos pequeños, estamos confrontados con la noción del límite. Los límites del mundo exterior y nuestros propios límites interiores. Existen diferentes tipos de límites: los corporales, los temporales, los espaciales, los morales,...

Es interesante ver que en la adolescencia, aunque estén rehechas, los límites están verdaderamente en el centro de las preocupaciones del adolescente. "Él rechaza siempre cualquier límite" o "Él busca desafía siempre los límites", son frases que habremos oído decir muy a menudo por los padres o profesores. El límite sirve para posicionarse con relación al mundo cercano. Son un punto de referencia que nos recuerdan que no somos todopoderosos y que no podemos tenerlo todo, ni que todo nos está permitido.Adolescentes: Establecer límites

Los límites internos son límites que nosotros mismos tenemos. El niño experimenta rápidamente el límite de su propio cuerpo, por ejemplo cuando se enfrenta a su falta de motricidad o de coordinación, y siente la frustración de no poder andar. Posteriormente, siente frustración por no poder acceder a todo lo que quiere. La aceptación de los límites va a la par de la aceptación de las frustraciones. Cuando el niño no puede tener lo que quiere, grita o llora. Sin embargo, sabe que no se puede hacer todo ni tener todo enseguida. Si se le cede en todo, se sentirá privado, desgraciado y enfadado cuando no pueda tener lo que desee. Y no aprenderá a administrar su frustración.

Además, el niño se considera todopoderoso: cree que crea los objetos que desea o que necesita. Esta ilusión de omnipotencia es beneficiosa al principio de la vida, pero debe desaparecer poco a poco. Los padres ayudan al niño a comprender esto y el niño se calma. Porque esta potencia para el niño es a la vez embriagadora y angustiosa, ya que si él puede hacerlo todo, esto significa que sus pensamientos o sentimientos de odio pueden tener un efecto destructor sobre los objetos. Este poder es terrorífico para él y lo conduce a sentimientos de gran culpabilidad. De no atajarlo, su repudia hacia sus propios actos será muy negativa para la construcción de la personalidad.

Poco a poco los límites son interiorizados. El niño los conoce y pocas veces necesita que se los recuerden. Años después, ya en la adolescencia, la pregunta de los límites vuelve a aparecer. Al mismo tiempo que sufre cambios corporales y psicológicos, el adolescente pone en duda lo que se le ha impuesto hasta aquí. Ahora se siente más fuerte, se piensa en condiciones de comprenderlo todo, y su pensamiento se autonomiza.

Es destruyendo el modelo que sus padres le proponen, que va a construir a su personalidad. Puede que vuelva al modelo paterno después de la adolescencia pero, por ahora, necesita ponerlo en duda. En el fondo, él no desea que las reglas sean totalmente abolidas, sino que necesita que evolucionen.

Por ello, deben ser los padres y el adolescente quienes se pongan  de acuerdo sobre los nuevos límites. La parte de responsabilidad que toma en la creación de las reglas de vida, le incita a respetarlos. No obstante, esto no quiere decir que tenga que ser él quien los ponga totalmente. Porque de no respetarlos, se sentirá desvalorizado. Necesita este apoyo contra algo.




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