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Qué hacer si nuestros hijos tienen cambios repentinos de carácter


Qué hacer si nuestros hijos tienen cambios repentinos de carácterEn el momento en el que somos padres, es indiscutible que nuestros hijos se convierten en el eje central de nuestra vida. Ante todo, lo que queremos es poder darles todo lo que necesitan, y ser para ellos los mejores padres posibles. No me cabe duda de que, como padre, te has visto en situaciones en las que nunca te imaginarías, y es que cuando no se tienen hijos es muy fácil juzgar la forma que tienen otros de educar a los suyos. No son pocos los padres que, después de serlo, han visto con otros ojos cómo otros progenitores lidian con sus hijos. No es nada fácil criar a un niño, y se trata de una labor a la que dedicaremos nuestra vida por completo, ya que no es un trabajo del que podamos despedirnos cuando ya no estemos a gusto. Es nuestra obligación asegurarnos de que nuestro hijo dispone de todo lo que necesita, pero no hablamos de todo lo que necesita a nivel material. Debemos asegurarnos de que cuenta con valores, con ideas y con principios que le garanticen el convertirse en un adulto responsable.

Sin embargo, puede llegar un momento en el que no sepamos qué hacer porque nadie nos ha indicado cómo reaccionar en determinadas situaciones. Está claro que, cuando nuestros hijos entran en la adolescencia, tenemos que estar preparados para muchos cambios. Una vida social más ajetreada, unos niveles de exigencia mucho mayores, y, por supuesto, muchos episodios de ira que no vamos a saber controlar del todo. Estos son aspectos que pueden entrar dentro de la normalidad de la pubertad, pero los hay que no. Es normal que conforme van creciendo quieran independizarse cada vez más sus padres, y eso puede generar tensiones en casa, pero una cosa es ser más independiente y otra cosa es sufrir cambios repentinos de carácter. Esto puede darse tanto en la adolescencia como en la niñez, y suele ser un síntoma de que algo no va bien.

Si nuestros hijos tan pronto están bien como están mal, o si comienzan a tener rachas de mal humor, deberíamos preocuparnos. Como ya te he dicho, hay momentos en los que eso puede ser normal, pero sabrás identificar a la perfección si se trata de un episodio adolescente o si, por otro lado, detrás de ese episodio hay algo más. Lo más recomendable en estos casos es tratar de llevar al niño o al adolescente a un psicólogo infantil especializado, ya que será él quien mejor pueda indicarnos si hay algo de lo que debamos estar al tanto. En InstitutoSomosValencia.es son especialistas en este tipo de situaciones, por lo que lo más recomendable es concertar una cita y tratar de planteárselo a nuestros hijos con la máxima tranquilidad.

A qué se deben los cambios repentinos de carácter en niños y adolescentes

Llevar a nuestros hijos al psicólogo es muy importante, y debemos deshacernos de los prejuicios que siempre conllevan este tipo de visitas. Los cambios repentinos de carácter pueden venir derivados de estar sufriendo abusos en el colegio o por parte de alguien mayor. Las víctimas de bullying, o las víctimas de abuso, suelen avergonzarse de la situación y prefieren no hablar de ella, pero el estrés al que se someten al diario suele expulsarse de otras maneras. Si este es el origen de los cambios de carácter de tu hijo, lo que debes hacer al acudir a un especialista es ser consiente de que la consulta solo funcionará si tú no estás presente. No insistas en quedarte y escuchar lo que tu hijo tiene que decir, o las preguntas que formulará el psicólogo, porque de ese modo lo único que conseguirás será que el profesional no pueda realizar bien su trabajo, y que tu hijo no quiera abrirse con él.

Por otro lado, los cambios repentinos de carácter también pueden ser originados por ansiedad, estrés o incluso depresión. En caso de los más pequeños, ellos no comprenderán qué es lo que les ocurre cuando tienen episodios ansiosos o depresivos, y lo manifestarán precisamente en cambios de conducta. Hay que estar atentos a ellos y ver cuándo y cómo cambia realmente su carácter, porque es la forma más fácil de detectarlo. Los niños con depresión suelen aislarse y evitar el contacto tanto con niños como con su familia, en tanto que los niños con ansiedad o con estrés acaban portándose mal porque no saben gestionar sus emociones y las expresan de la única manera que saben.

Finalmente, es muy probable que el problema de nuestros hijos radique en nosotros mismos, en sus padres. Si hemos mimado demasiado a nuestros hijos, ellos habrán crecido en un mundo en el que no existen los límites, y creerán que este mundo se lo debe todo. Al fin y al cabo, si están acostumbrados a que sus padres le den todo lo que pide y siempre que lo pide, los niños desarrollarán la creencia de que deben conseguir todo lo que piden y cuando lo piden, y tendrán muy malas reacciones cuando no sea así. Es muy importante cuidar mucho de cómo enfocamos la educación de nuestro hijo, porque a veces confundimos el hacerles felices con el mimarles en exceso, y hacer esto último puede perjudicar gravemente no solo su personalidad sino, también, su relación con el mundo.




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