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Salud infantil: la siestaHacer la siesta es capital para los niños. Es un momento de calma y de descanso que les permite recargar y recuperar la energía. En el siguiente artículo vamos a concretar la importancia de la siesta y de los ritmos de sueño del niño.

Es generalmente hasta la edad de 3 años que el niño necesita descansar regularmente después de la comida de mediodía. El cansancio y la somnolencia llegan después de la toma de la comida y la necesidad de recuperar energía en ese momento llega. La siesta es indispensable para el equilibrio del niño de corta edad, ya que le permite regenerar su energía y recargarse para aprender mejor el resto del día hasta la hora de acostarse. El sueño tiene, por otra parte, una función en el aprendizaje del niño: sirve para reelaborar las informaciones registradas durante la primera parte del día.

Generalmente es hasta los 3 años de edad que el niño siente la necesidad de hacer una siesta, aunque tampoco podemos generalizar pues ciertos niños necesitan más horas de sueño que otros. Esto también depende de la actividad del día: un niño escolarizado necesitará de una siesta, incluso en el colegio, porque se ha desgastado, mientras que el niño que está en casa gran parte del día ha sufrido menos desgaste y necesitará menos tiempo de siesta. Así encontramos ciertos niños que no hacen siestas regulares a partir de los 3 años aproximadamente, mientras que otros la hacen de buena gana en su cama hasta los 5 o 6 años.

La duración de la siesta también es muy variable de un niño a otro. Algunos se contentarán con cerca de una hora de sueño, mientras que otros dormirán profundamente más de 2 horas. Generalmente, los niños se autoregulan el sueño y si continúan durmiendo es que necesitan recuperar su energía.

El único imperativo, cualquiera que sea la duración de la siesta, lo encontramos a la hora del principio de la siesta: la siesta debe hacerse obligatoriamente hacerse a principios de la tarde y nunca más tarde. En caso de hacerlo, la siesta invadirá el sueño nocturno del pequeño y se perturbará su ritmo de sueño. Conviene por tanto sacar provecho del estado de somnolencia y cansancio que sigue a la comida para ponerlo en su cama.

Lo ideal para todos los niños sería poder despertarse espontáneamente de la siesta. Pero si el descanso de la tarde se prolonga en exceso, debemos despertarle para que no entre en conflicto con su sueño nocturno. La siesta debe efectuarse en la cama del niño y no sobre el sofá, la silla de comer o en el parque para los más pequeños. El niño debe estar en calma y cómodamente tumbado sobre su cama, en su habitación y con un pequeño destello de claridad que le permita diferenciar la hora con la noche.

Si el niño se niega a hacer la siesta y luego se quiere dormir al final de tarde, debes proponerle a la hora de la siesta que la haga. ¿Cómo? Puedes leerle una historia con el pequeño cómodamente instalado en su cama con el fin de calmarle. Cuando sepa leer, puedes proponerle que la lea el mismo en la cama... o escuchar un poco de música (nanas). Haciendo esto, en caso de no dormirse, al menos estará reposado.




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